En el mismo instante que la escarcha cubria al pasto, adentro, mi alma se helaba de sudor frio. Que pocas estrellas habia, y cuantas creia ver. Si estaba estrellada, sola, contra la pared.
Ventana cerrada, pero sin cortinas, no tengo la llave que cierra tu puerta, aunque no este abierta, y espio.
Entre penumbras de penas que entorpecen la vista, hasta un ciego veria lo que no quise ver. Y la vida se estrecha en el pecho, y el dolor que me eriza la piel, resultan ser lagrimas de te en el mantel, de la mesa tendida, sin lugar para tres.
No hay comentarios:
Publicar un comentario