Ya se, no me expliques nada. Nunca te pedí una explicación,
porque aunque me la hubieras dado no quería entenderte. No me interesaba saber
el porqué. Te confieso que yo tampoco lo sabía. Era simplemente el modo, el
placer de sentir que era un sentimiento indefinido, y por eso libre, y por eso
imposible de rotular con un sustantivo. Capaz si, con una canción, pero no sé
bien cual. Seguro hay varias que tengan esa sensación. Pero… para qué? Mejor dejar todo así.
Dejar… si, lo que pudiste.
Yo te sentía alas, y vos me hablabas de tu deseo de volar, de no vivir acá ni allá. Con tu voz de viento suave, con tus expresiones de increíble. Yo te sentía barrilete, de todas las correntadas, ave sin bandada, hasta músico sin banda. Y pude sentir tu inseguridad. Porque atrás del telón y en las escenas del silencio no eras otro más que un simple mortal, hombre común, de miedos, incertezas, niño. Y también pude sentir tu nostalgia. Tus ojos de mar eran un incansable naufragio hacia la nostalgia. Cada ola que rompía traía tu pasado. Tu pasado era tu presente. Tu presente es tu pasado.
Nunca tus ojos pudieron acompañar tus palabras. Bah...una vez… una vez creí en vos. Mucho. Y mi instinto no me dejo ceder, y no me fui agazapada cubriéndome con tu espalda del frío de tu moto,
me fui escapando, sintiendo que me tenía que cuidar –además de todo - de vos.
Lo más revelador fue ese otro encuentro que tuvimos. No lo sabes aún. Nos vimos dentro de un tiempo, yo te reconocí, pero no me anime a saludarte. Salía del Centro Kultural y vos estabas sacando una foto con el celular. Nos miramos. Creo que tenías como treintipico de años – casi cuarenta-. Y me fui. Esa noche, cuando dormía, nos volvimos a encontrar. Ahí si hablamos, pero me tuve que presentar, y fue por eso que me di cuenta de que no iba a ser nada trascendental todo esto del ahora.
Nunca tus palabras pudieron decir lo que decían tus ojos, eso es lo más importante que tengo para decirte – por eso lo repito- . Por eso te presté atención. Por eso te leí entre líneas. Por eso no me expliques nada.
Dejar… si, lo que pudiste.
Yo te sentía alas, y vos me hablabas de tu deseo de volar, de no vivir acá ni allá. Con tu voz de viento suave, con tus expresiones de increíble. Yo te sentía barrilete, de todas las correntadas, ave sin bandada, hasta músico sin banda. Y pude sentir tu inseguridad. Porque atrás del telón y en las escenas del silencio no eras otro más que un simple mortal, hombre común, de miedos, incertezas, niño. Y también pude sentir tu nostalgia. Tus ojos de mar eran un incansable naufragio hacia la nostalgia. Cada ola que rompía traía tu pasado. Tu pasado era tu presente. Tu presente es tu pasado.
Nunca tus ojos pudieron acompañar tus palabras. Bah...una vez… una vez creí en vos. Mucho. Y mi instinto no me dejo ceder, y no me fui agazapada cubriéndome con tu espalda del frío de tu moto,
me fui escapando, sintiendo que me tenía que cuidar –además de todo - de vos.
Lo más revelador fue ese otro encuentro que tuvimos. No lo sabes aún. Nos vimos dentro de un tiempo, yo te reconocí, pero no me anime a saludarte. Salía del Centro Kultural y vos estabas sacando una foto con el celular. Nos miramos. Creo que tenías como treintipico de años – casi cuarenta-. Y me fui. Esa noche, cuando dormía, nos volvimos a encontrar. Ahí si hablamos, pero me tuve que presentar, y fue por eso que me di cuenta de que no iba a ser nada trascendental todo esto del ahora.
Nunca tus palabras pudieron decir lo que decían tus ojos, eso es lo más importante que tengo para decirte – por eso lo repito- . Por eso te presté atención. Por eso te leí entre líneas. Por eso no me expliques nada.
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